Nunca olvidaré aquel día. Aquella cita, ese cuarto y la doctora que me lo dijo. Fue un 21 de junio de 2018, acudimos a la cita el abuelo, Adriana y yo. Esa fue su primera audiometría. Admito que no me gustó ver a mi hija con cables en la cabeza, pero esta solo fue la primera de muchas.
Cuando son pequeños necesitan repetir las pruebas para tener un resultado más certero para saber si los niños oyen o no, y hasta qué punto lo hacen. Este método no pueden hacerlo de la misma forma que lo hacen con los adultos, levantando la mano cuando escuchan. Sino que, le pegan unos cables por diferentes puntos de la cabeza y un monitor recoge la estimulación que este recibe con los sonidos.
He sido muy afortunada con mi hija porque a pesar de las miles de pruebas que le han hecho siempre se ha portado de maravilla y eso ha hecho que todo sea mucho más fácil y rápido para todos. En la segunda audiometría que le hicieron se quedó dormida y no hay mejor resultado obtenido que ella dormida ya que está relajada y no se mueve.
Los resultados de la primera audiometría fueron que Adriana escuchaba más de un oído que del otro, además de escuchar más los graves que los agudos. La doctora, en una de las pruebas que le hicieron aquel día nos dijo, “para mí que Adriana nos está tomando el pelo a todos”. Este tipo de comentarios hacía que yo no perdiera esa esperanza de que todo hubiera sido una equivocación. El 5 de julio le repetirían todas las pruebas.
La segunda vez que fuimos estaba nerviosa, como la primera vez. Deseaba salir de aquel hospital con un resultado fiable y por fin saber qué le pasaba a mi hija para poder ayudarla y actuar. El resultado fue hipoacusia neurosensorial profunda. La doctora nos comenzó a disparar información cual ametralladora deseando ser descargada. Sentí alivio, porque por fin podíamos saber qué pasaba, pero también sentí un sin fin de emociones como miedo, incertidumbre, pena… Empezaba un mundo totalmente desconocido para nosotros.
“Tu hija es sorda y va a necesitar audífonos, vamos a ver cómo le va con ellos. En octubre nos vemos y decidimos si es candidata a implante coclear”. Nos habló de los audífonos, de la ayuda que nos da la Junta de Andalucía y un sinfín de información, que siendo sincera, se quedó en aquella habitación.
¿Cómo digieres el resultado? De camino a casa, en el coche, solté alguna lagrima sin que me viera mi hija y decidí no pensar mucho, o al menos intentarlo. Ese día almorzamos en casa de mis padres así que le llevamos la noticia a su casa. Con una sonrisa de oreja a oreja dije, “vuestra nieta tiene hipoacusia profunda, le van a poner audífonos” (con lo fácil que hubiera sido decir que era sorda y ser más directa). Mi madre se quedó regular y me dijo “¿pero la niña no escucha?” y le dije mira, me puse a llamar a Adriana como mil veces desde lo más bajo posible a lo más alto y Adriana ni se inmutaba, seguía en sus cosas. A mi mamá, como a todos, ese día le tuvo que cambiar la vida, pues se había quedado con su nieta muchas veces y no había sido capaz de darse cuenta que era sorda.
El día que me dijeron que Adriana necesitaba audífonos fue un viernes y yo trabajaba todo el fin de semana con mi padre. He tenido días malos en el trabajo, pero jamás olvidaré ese fin de semana donde lo único que me apetecía hacer era estar metida en mi cama, y pensar, y llorar todo lo que necesitaba. Ese día me llamó la pedagoga de Adriana para preguntarme qué había pasado. Le conté todo bien, tranquila, conteniendo no emocionarme, hasta que me preguntó ¿y qué tal lo lleváis? Me rompí, ese día me rompí como nunca más me he permitido el lujo de hacerlo. Lloré delante de mi padre, delante del cocinero, delante de algún proveedor que no entendía nada. Lloré con ganas y a veces extraño permitirme ese lujo por no preocupar a nadie.
Desde entonces el resto de lágrimas que he derramado ha sido ante la absoluta soledad de mi cama, y alguna vez ante mi marido que no soporta verme así.
Este es un tema del que me gusta hablar con la gente, me gusta porque hay mucha desinformación, muchas dudas y desconocimiento, además que cuando hablo de ello me ayuda a aceptarlo cada vez más.
Mi hija finalmente fue candidata para implante coclear. La operaron el 11 de enero de 2019 y la activaron el 18 de febrero de 2019.
A día de hoy puedo mantener una conversación con ella pero nos queda todavía mucha lucha por delante. Sin ninguna duda esto es algo que cambia la vida pero a mí me ha enseñado muchas más cosas buenas que malas y a conocer a mi hija a través de sus ojos.