Hoy es buen día para hablar de nosotras, las madres, pero no de cualquier madre. Hoy me gustaría hablar de las que tenemos hijos con alguna discapacidad.
Desde que conocemos la noticia que vamos a ser madres esperamos con ansias cada acontecimiento que está por llegar. La primera ecografía, comprarle la primera ropita, construir un nuevo hogar. Todo va según lo planeado. Empieza a notarse las primeras pataditas, nos tomamos fotos desde todas las perspectiva para ver la evolución, al final no te gusta ninguna porque en todas se ve algún cardenal, rastro de la heparina. Empezamos a tachar meses del calendario y cada vez se acerca más el día.
Al final llega, antes de lo que esperabas, mucho antes, ni si quieras tenías la bolsa del hospital preparada. Y te ves allí, sola, rodeada de cables y te esperan días largos hasta poderla tener en brazos. Te inducen el parto, nada es como lo imaginabas, piensas que has perdido el tiempo en las clases de preparación al parto, porque en realidad nadie te prepara para eso.
Y llega, el primer llanto, junto al tuyo, que no crees que sea verdad lo que estás abrazando. En ese momento dejas de ser tú, y os convertís en vosotras. Intentas darle el pecho, descansar, pero llega el Síndrome de Hellp. Un celador que corre contigo en la camilla, no sabes que está pasando solo que te duele. Parada multiorgánica. Los tres días más largos de tu vida. Acabas de ser madre, pero no puedes estar con tu hijo.
Llega el día que sales del hospital y te espera un mundo nuevo en casa. Noches eternas que parece que nunca acaban, primeros cólicos, llantos interminables. Te creías fuerte y ahora es cuando realmente lo estás siendo. A pesar de todo, eres feliz, tienes a tu hijo sano contigo viéndolo crecer día a día.
Un día todo empieza a nublarse. La niña parece que no habla, no se gira cuando la llaman, no responde a ninguna orden. Empiezas a examinar a tu hija día a día hasta que por fin llegan las primeras citas. Trastorno del lenguaje, Trastorno social o Trastorno del Espectro Autista. Te empiezan a dar información, de cosas que no tenías ni idea. Empezamos a descartar todos esos trastornos y llega la cita del otorrino. Hipoacusia Neurosensorial Profunda.
Tu hija es sorda, no sabemos desde cuando, pero llevará audífonos y lo más seguro es que tengan que operarlo para Implantes Cocleares. Y te pones a pensar, en qué momento tu vida cambió tanto. Comienzas a sentirte una madre horrible, tantas horas has pasado con ella y no te has dado cuenta, tantas veces intentó comunicarse y no eras consciente de nada.
Nadie te prepara para un diagnostico, para tener un hijo que sale de las expectativas. Te preguntas porqué a ti, porqué con todo los palos que ya te ha dado la vida. Y empiezas a ir a terapias, a buscar un buen colegio y todo lo mejor para ella.
Poco a poco comprendes porqué te tocó a ti. Porque sin duda eras la mejor madre que podría haber hecho frente a todo eso. Porque tenías que ser tu la que aprendiera a ver la vida de otra forma.
A ti, que luchas cada día por tu hijo, que vas corriendo a cada terapia y no paras de trabajar para ver logros. A ti, que hay días que te pesan y piensas que todo te viene grande. A ti, a la que sus terapeutas le dicen que estáis consiguiéndolo. A ti, que soñaste con una vida ideal y aprendiste a vivir la realidad.
Por muy empinada que se vea la montaña, te aseguro que tienes fuerzas de sobra para llegar a la cima.
Feliz día de la madre. Sigamos luchando por el futuro de nuestros hijos.