Para los padres es uno de los días más importantes de sus vidas. Cuando nos enteramos que nuestro hijo es sordo empezamos a acumular una variedad de emociones que el día de la operación comienzan a salir.
Cuando nos llamaron para decirnos el día de la operación, es algo similar a conocer la fecha de parto, me inundaron muchísimas emociones, comencé a arreglar la maleta para el hospital y a hacer una lista para que no se me olvidara nada. Ojalá hubiera sido un sueño, pero es justo ahí cuando comienzas a darte cuenta que la vida no se detiene. Adriana tenía 3 años.
Llegamos al hospital el 10 de Enero de 2019 con un poquito de todo para que a Adriana no le faltara de nada. Habitación 615, al lado una niña de 5 años que había sido operada ese mismo día. Menuda bofetada de realidad. Ver a esa niña en el postoperatorio hizo que el cuerpo se fuera preparando para lo que se venía.
Miraba a mi niña, se veía tan pequeña en aquella camilla con su pijama de hospital. Ese día tuve un nudo en el estomago que no se fue hasta pasado los días. Adriana no sabía porqué estaba allí y ver a su compañera de habitación tan malita no ayudaba mucho. Esa noche ninguna de las dos dormimos, ella quería beber agua y lo tenía prohibido ya que después de cenar ya no puede beber ni ingerir nada por la operación, que era a la mañana siguiente.
Me pasé toda la noche explicándole con signos que no podía beber agua, la temperatura del hospital tampoco ayudaba a que no tuviera sed. Esa noche se resumió en darle paseos por el pasillo donde estaba su habitación e intentar que se durmiera. Al final lo conseguí.
Vi todas las horas del reloj pasar y cuando menos lo esperaba ya eran las 8:00am del 11 de Enero de 2019. Le pusieron un termómetro y me dijeron que ya se la llevaban a quirófano. La acompañamos hasta la puerta, antes de entrar le pusieron peluches en la camilla y ella estaba tan feliz sin saber a donde iba.
Allí salió el Doctor Ropero, uno de los mejores. Estuvo hablando con nosotros un poco y cogió a Adriana en brazos. Verla irse por aquel frío pasillo de hospital mientras nos miraba me partió el corazón.
La noche antes de la operación parece eterna, pero esperar mientras sabes que está en quirófano es la espera más larga que haya vivido jamás. Teníamos un número al que nos llamarían por megafonía y cada vez que sonaba uno similar el corazón me daba un vuelco.
Sobre las 13:30 y las 14:00 nos llamaron. Allí solo podíamos entrar 3 personas, así que entramos mi marido, la abuela y yo. Era un despacho donde el Doctor Ropero, quién la operó, nos comentó que tal había salido todo. Creo que también estaba Lara, su programadora de Cochlear y nos regaló un koala con las orejitas vendadas que a mi me hizo mucha ilusión.
La operación había salido bien, a Adriana le operaron de forma simultanea ambos oídos y se llevó casi 5h en quirófano. Habían realizado una operación conservadora, es decir, intentado dañar lo más mínimo para que Adriana siguiera teniendo ese rastro de audición que tenía antes de ser operada. Realmente creo que ellos lo intentaron pero después de aquello mi hija perdió la poca audición que le quedaba. De todas formas, si lo hubiera conservado, al final la habría perdido.
Sin duda alguna esta es una de las fases más importantes del mundo del Implante Coclear. Cuando ya tienes a tu hijo operado respiras de otra forma y empiezas a coger fuerzas y energías nuevas porque el camino es largo.
Después de dos años que operaron a Adriana todavía noto que me cuesta hablar de situaciones como esta. Para unos padres es un camino muy duro donde empiezas a sufrir desde que conoces la noticia, que empiezan a hacerle pruebas, que la operan, que aprende a oír, que aprende a hablar, que en el cole no le va tan bien como debería… Sin duda alguna, a mi es lo más duro que me ha tocado vivir y algo que te cambia para siempre.